Para explicar las ventajas de la Superliga, la salida de Messi o el acuerdo con CVC hay que superar barreras colosales que hoy parecen infranqueables para los máximos dirigentes del fútbol.

Florentino Pérez, Javier Tebas y Joan Laporta.

Si algo me enseñaron mil veces en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, que este año celebra su 50 aniversario, fue el esquema de factores de comunicación ideado por Shannon y Weaver, que establecía los seis elementos que intervienen en la transmisión de un mensaje o información: fuente, transmisor, señal, ruido, receptor y destinatario. Por supuesto, varios profesores me enseñaron también sus múltiples iteraciones y revisiones, desde las planteadas por escuela de Palo Alto hasta las de Habermas y Luhrmann.

Tan hondo calaron aquellas lecciones, repetidas una y mil veces, que me he pasado la última semana en Asturias, paraíso natural, acordándome de ellas en relación con la gran serpiente de este verano: la combinación de la salida de Messi del FC Barcelona, el acuerdo presentado con ‘agostidad’ entre LaLiga y el fondo de inversión CVC y la futura renegociación de los derechos televisivos de la competición que preside Javier Tebas. Cada vez que me despisto surge una polémica nueva. ¡La RFEF de Rubiales también está en contra! ¡Esto sólo será una forma de eternizar a Tebas en el poder! ¡Al final sólo los clubes que estén interesados formarán parte del acuerdo!

Y, por supuesto, ha sido imposible seguir el tema sin pensar en la polémica que se generó el pasado mes de abril en torno a la Superliga impulsada por doce grandes clubes europeos. Entre otros, por dos de los tres grandes españoles opuestos al pacto con CVC

¿Qué conclusión se puede extraer después de unas semanas de información confusa y partidista? Que es muy difícil comunicar un proyecto de estas características en España y que esto se debe, fundamentalmente, al enorme desalineamiento entre los elementos que conforman el esquema y la estructura habitual de la comunicación relacionada con el fútbol. 

Shannon y Weaver, desatados

Si nos ceñimos al esquema antes mencionado, nos encontramos con que los protagonistas de la información son personajes del mundo futbolístico que acarrean una carga considerable de prejuicios basados no sólo en su histórico de batallas futbolísticas y extrafutbolísticas. Protagonistas que también ejercen un rol importante en la sociedad más allá de lo deportivo. En el caso de Florentino Pérez, que también es el presidente de la mayor constructora del mundo, ingeniero, patrono del Teatro Real y pasó por dos partidos políticos, esto es más que evidente.

El mensaje, por otro lado, es extraordinariamente complejo para el consumidor más habitual de la información deportiva. Uno cuyas aspiraciones, en muchos casos, no pasan de saber qué jugadores ficharán por su conjunto cada verano y que disfrutan con las mentirijillas que divulgan en sus portadas los medios deportivos sobre quiénes se moverán de equipo finalmente. 

Para muchos de los receptores de estos mensajes, los códigos legales, normativos o financieros que se están manejando en estos días están claramente fuera de su zona de confort. ¿Cómo conjugar tirar una cabeza de puerco al campo del rival con preguntarse por los covenants de un acuerdo del que sólo conocemos lo que se ha filtrado hasta el momento?

Además, la señal viene cargada de ruido, dado que en este mundillo la autoritas para el aficionado la tienen personajes, a veces incluso periodistas, cuyo conocimiento sobre el funcionamiento, objetivos o forma de trabajar de un banco o de un fondo de inversión es, cuanto menos, exiguo. Toda la capacidad de influencia invertida en estos agentes es importante para que filtren rumores de fichajes o alaben tu gestión. Pero cuando tienen que hablar de números casi siempre se equivocan.

Me consta que los profesionales de la Comunicación que trabajan para los clubes o las instituciones tienen en ocasiones también algunas dificultades en este sentido. Pero como conozco a algunos de ellos, gente bastante solvente, intuyo que el problema no viene de su lado. Puntos extra para el Athletic por su comunicado del otro día. 

En la rueda de prensa de despedida de Messi sí que vimos a todo el mundo manejar bien los códigos habituales en el deporte. Todo fluyó de una manera más o menos normal porque, si bien existían claroscuros en la situación, el grueso de lo que ha pasado lo entiende todo el mundo y el mundo de las emociones y los sentimientos es el pan suyo de cada día. Pero en cuanto el dinero entra en escena mucha gente se pierde. 

No todos, quede claro. Ramón Álvarez del Mon, socio de la web madridista La Galerna, que al final no deja de ser abogado, fue uno de los máximos defensores durante meses de que la inscripción de Messi iba a ser imposible este año, como quizá la de algún que otro fichaje adicional. No dejó de insistir, una y otra vez, en la importancia de que el contrato del futbolista se dejase extinguir el 30 de junio, de manera que su regreso no pasaba por una renovación sino en forma de fichaje, lo que complicaba aún más las cosas.

Periodistas como Javier García Ropero, de Cinco Días, han profundizado con inteligencia en la información disponible, se han molestado en recordar por qué se introdujeron en 2013 los límites salariales, han hecho lo posible para hacer comprensible qué es una amortización y han hablado con propiedad y criterio de la operación de LaLiga con CVC. Agustín Marco, de El Confidencial, que siempre maneja buena información de los fondos, ha aportado también piezas interesantes.

Fernando Cano, de El Español, ha escrito como nadie del impacto que supondrá la salida de Messi de cara a la negociación de los derechos audiovisuales de los próximos meses, más el impacto en márketing y a la hora de renegociar acuerdos. Y tengo que mencionar también a 2Playbook, que ha hecho una cobertura muy seria y exhaustiva, una de las mejores que hemos visto por estos lares, o a The New York Times, a quien Tebas entregó la exclusiva del acuerdo con CVC.

No son los únicos, que conste, pero en estos días también he leído a periódicos deportivos afirmando sin vergüenza cosas como que CVC es un fondo “especializado en deporte” (spoiler: no lo es, a menos que se considere deporte inversiones de este fondo como el aceite de oliva -Deoleo-, la educación superior -Universidad Alfonso X- o la energía -Naturgy-). Por no hablar de que, por primera vez en mi vida, esta crisis me ha hecho ver un programa entero de El Chiringuito. Y aunque la experiencia daría para otra tribuna entera, me voy a limitar a afirmar algo sencillo: explicar en un programa de esas características el pacto con CVC es tan complicado como intentar hablar de deuda soberana en el Sálvame. Simplemente, no es el lugar adecuado, por más que Florentino Pérez optase por ese canal para hablar de su Superliga. Creo entender por qué lo hizo: si los aficionados parecen tener un problema con esto, hablemos directamente con ellos. Pero dudo de que fuese el camino a seguir. 

Cambia la tostada

Volviendo a los días de abril en los que se presentó la Superliga, es justo decir que Tebas y la UEFA le comieron entonces la proverbial tostada a los clubes que la conforman. Adelantaron la información, la enmarcaron en función de sus intereses y fueron capaces de llegar al mercado con la idea de que era un mal negocio. Se adueñaron por completo del relato. Pero no sólo horas antes de la presentación, sino meses antes. En el Financial Times mencionaron fuentes que calificaron de “locura” el proyecto desde diciembre de 2020.

Pero, cosas de la vida, en el acuerdo con CVC han sido el Real Madrid y Florentino Pérez quienes han ganado las primeras batallas de este nuevo escenario bélico, con el apoyo reciente de la RFEF y Rubiales -el enemigo de mi enemigo es mi amigo-. Tanto es así, que las amenazas de demanda por parte del Real Madrid y la presión mediática han obligado a un cambio sustancial: sólo los clubes interesados formarán parte del pacto con CVC y verán cedidos sus derechos televisivos. Laporta, que podía haberse sentido presionado por la situación de Leo Messi, no se dejó acorralar y luchó por mantener los derechos del club a largo plazo. Unos derechos que, con la normativa en la mano y salvo que se quiera hacer de otra forma, se ceden para la comercialización colectiva en bloques de tres años, no de cincuenta.

Aunque las primeras informaciones sobre el acuerdo vertidas por la competición fueron muy positivas y se llegó a incluso a convencer a algunos periodistas de cosas como que no se estaban vendiendo activos (y sí se están vendiendo activos), el Madrid logró publicar en El País una versión de los hechos que le benefició poderosamente, basada en el informe con distintos escenarios que le ha elaborado una consultora. Y la RFEF ha puesto dos temas interesantes en la agenda: hasta qué punto el que Tebas sea el presidente de la newco (HoldCo) de los activos, supondrá eternizarle en el cargo, y qué pasará en el futuro tanto con los clubes que pierdan la categoría como con aquellos que la lleguen nuevos. 

A esto Tebas, que ha estado muy agresivo en Twitter durante los últimos días, ha respondido a la RFEF afirmando que ni se han leído los documentos y que sólo siguen “instrucciones”, y ha llamado ‘fake news’ a la información sobre cómo seguirá ad eternum en el cargo. ¿Sale a cuenta responder así en Twitter o convendría compartir más detalles de la letra pequeña del acuerdo para rebatirlos en condiciones? 

No voy a extenderme sobre quién tiene razón, porque ni siquiera creo que haya alguien que la tenga toda. Pero sí puedo incidir en algunos aspectos que no se han tratado bien o sobre los que convendría abundar. Palancas sobre las que conviene trabajar en uno u otro sentido. 

Explicaciones

Más allá de aclarar la situación futura de Tebas, creo que habría que explicar mejor cómo funciona el acuerdo por el que una parte de los 2.700 millones que llegarán a los clubes serán repartidos entre los clubes en forma de créditos blandos sin interés. Este importe es el precio a pagar por CVC a cambio de en torno al 11% de la sociedad creada para aglutinar los activos de LaLiga, con una cesión por 50 años de los derechos de televisión, 

Me parece entender que, como los 2.700 millones se entregan tras celebrar un contrato de cuenta en participación, que no obliga a devolver el capital recibido ni abonar intereses en caso de que el negocio desarrollado con los recursos del inversor no diera beneficios, los clubes abonarán las cuotas de los préstamos a través de dicha cuenta. Desde el principio pensé que estos importes podrían usarse para respaldar después los préstamos a los clubes que vayan subiendo de categoría. Mientras que los que bajen, al ser préstamos participativos que en el orden de prelación de acreedores están en último lugar, no sufrirían grandes consecuencias por los impagos. Esto último son especulaciones mías, y va en contra de lo que ha señalado la RFEF, pero tendría cierto sentido.

Tras la aprobación por parte de la Asamblea, con la negativa de Real Madrid, Barcelona, Athletic y un club de la Segunda, CVC sí se llevará su 11% en los derechos de los clubes que acepten el pacto cada año. Si damos por buenas las cifras elaboradas por la consultora para el Real Madrid y reproducidas por El País, y quitando los sustanciales ingresos de quienes se bajen, esto supondría unos ingresos de 182 millones por ejercicio. Habrá que ver, además, si la subasta de derechos tira al alza o a la baja este otoño. En un escenario en el que este importe fuese fijo durante 50 años, y contando con los derechos de los tres grandes, CVC ganaría 9.100 millones.  

El escenario conservador que baraja la consultora del Real Madrid, con un crecimiento anual del 3% de los ingresos, ya supone llegar al año 2071 con 21.491 millones. Que es algo más que con bonos del Tesoro, pero nada que tenga sentido desde el punto de vista de la inversión de un fondo, que normalmente pretende retornos muy superiores y, sobre todo, a un plazo más corto. Tampoco sé si es factible imaginar una subida consistente o de ese nivel con las fórmulas actuales y la situación a la que se enfrenta la competición.

Esta inversión sólo tiene sentido, en realidad, si pensamos que CVC -que pondrá al menos un consejero en la nueva sociedad y tendrá algo que decir a la hora de plantear quién será su primer ejecutivo, más allá de la presencia de Tebas como presidente- lo hace con el objetivo de incrementar drásticamente los ingresos de LaLiga. Y, si lo consigue, no sólo crecerán los suyos. Crecerán todos. Y en un puñado de años tendrá un negocio prometedor que vender a otro fondo.

Cambio en la distribución

Para lograr esto tiene todo el sentido algo que se ha barajado en los últimos días: un cambio en cómo LaLiga comercializa los derechos de televisión con la posibilidad de que se ponga en marcha un nuevo canal de streaming que sustituya a Telefónica como principal distribuidor de fútbol en España. Porque, a día de hoy, pensar que LaLiga sin Messi y sin Cristiano será capaz de rentabilizar sin un cambio de mentalidad y respaldo externo un producto que claramente necesita un impulso considerable, es de una inocencia supina.

Curiosamente, creo que todos los agentes tienen claro que el deporte rey está viviendo una crisis monárquica y necesita socios externos. Sólo hay una disputa sobre qué modelo es mejor para lograrlo, si el de la Superliga o el de CVC. 

Lo más divertido es que, muchas veces, se habla del cambio de modelo de distribución como si Tebas, o el agente que se utilice para hacer esto, pudieran no participar en la subasta de los derechos televisivos o no cumplir con lo que se recoge en el RD 5/2015 de medidas urgentes en relación con la comercialización de los derechos de explotación de los contenidos audiovisuales de las competiciones de fútbol profesional. 

Si Telefónica puja por los derechos con una oferta muy a la baja de cara a la 2022-2023, sí que se podría promover la entrada de uno o varios agentes de streaming y el “despiece” de la competición. Pero para hacerlo haría falta meter igualmente el dinero a los clubes y encontrar un caballero blanco que lo financiase, algo en lo que CVC podría tener un papel protagonista. Se me ocurren algunas opciones.

También es razonable pensar que Tebas y LaLiga estén impulsando este discurso con el objetivo de fomentar que Telefónica mantenga altos los precios y embarque con ella a Orange. No sería la primera vez. 

Este último escenario es especialmente válido si pensamos que Amazon en España todavía no tiene el grado de desarrollo deseable como para entrar en el mundo de los derechos deportivos y cobra mucho menos que en otros países por su suscripción Prime. En Francia han esperado hasta tener más de 50€ de ingresos/cliente al año antes de ponerlo a la venta (con un sobrecoste adicional).

También tengo dudas sobre la rentabilidad de un producto de streaming de LaLiga a precio alto sin la implicación en la distribución por parte de los operadores. Ni siquiera en un momento de chollo para los clientes, cuando los operadores vendieron LaLiga y la Champions en paquetes a precio de Netflix, se logró ampliar dramáticamente la base de abonados. Aunque ahora no nos acordemos, entonces se demostró que el fútbol tiene una demanda bastante inelástica y que su techo está en el entorno de los tres millones de clientes en España. Para empatar y hacer el mismo dinero que paga todos los años Telefónica, cualquier agente tendría que llegar a esos tres millones con un precio mensual de más de 30€ -sólo por LaLiga-, y mantener el interés por sus derechos internacionales en un escenario postMessi y postCristiano. No es tan fácil.

De hecho, mi principal argumento para defender la entrada de CVC en LaLiga tiene que ver con la posibilidad de que en el proceso entren cabezas nuevas que ayuden a vender mejor y más caro el producto. CVC sólo ganará el dinero que necesita ganar en una operación de este tipo si agita una situación francamente mejorable y después vende a otro la moto. Es lo que hacen los fondos. Por supuesto, no han faltado para referirse a CVC y a Javier de Jaime las típicas referencias a los “fondos buitre”, si bien reconozco que los medios han estado un poco más comedidos que de costumbre con esta frase.

Lo más curioso es que, si finalmente se cierra el acuerdo,estos cuatro clubes se quedan fuera y mejora mucho la situación de los derechos, podríamos verles beneficiarse de todos estos cambios sin beneficiarse del dinero barato que les ofrecen pero también sin tener que renunciar a una parte de sus ingresos futuros.  

La industria e Ibai

Al final del día, hay que recordar que la del fútbol es otra industria más. Y cuando se habla del deporte en estos términos, ganan los expertos en información económica. Pero también es un deporte que despierta pasiones enfrentadas. Florentino y Laporta son enemigos jurados en lo deportivo pero socios en lo industrial. ¿Cómo se vende al fan del deporte algo tan simple de entender como que el Real Madrid sí puede tener algo que decir en la decisión de mantener o no a Messi, si finalmente ésta tiene que ir ligada al acuerdo con CVC?

¿De qué sirven a los directivos de los clubes o de LaLiga las relaciones cultivadas durante años con medios deportivos si estos no son los que mejor pueden explicar sus respectivas posturas en este caso? ¿Hasta qué punto conviene siquiera trasladar a los aficionados unas guerras que muchos no quieren comprender? ¿Apostarán todos por algo más de transparencia para que se entiendan mejor las cosas o por algo menos, a riesgo de que tu rival te gane al aportar sus propios datos y filtrar los que les conviene? ¿Sirven de algo los periodistas deportivos tradicionales en este contexto?

Es un reto apasionante de comunicación para los clubes y organismos. Y mentiría si dijese que tengo una idea mucho más clara sobre cómo convendría hacer las cosas. Sólo intuyo que las estrategias de comunicación en marcha se están haciendo de forma bastante descoordinada. Y, precisamente por eso, estoy seguro de que veremos aún algunos golpes de timón adicionales, que quienes seguimos la batalla con interés seguiremos algo frustrados por lo mal que la cuentan algunos y que la prensa económica o de la industria son los únicos ganadores de la contienda.

Es curioso. Mientras los periodistas deportivos lloriquean por la intrusión de Ibai en el inefable mundo del colegueo, están dejando pasar que los influencers de lo económico les están borrando de la guerra que, si tuviesen los conocimientos, el interés o la paciencia, deberían estar librando ellos. 

(Artículo publicado en EL ESPAÑOL el 13 de agosto de 2021)

Este año ha sido el del coronavirus, sí, pero en estas últimas semanas nos estamos centrando a tope en escribir reflexiones sobre el mogollón de cosas que aprendimos de nosotros mismos y de la vida gracias al coronavirus. O por su culpa. 

Partamos de la base de que os devuelvo todo lo que aprendí, e incluso metería en el paquete a Joe Biden, si a cambio pudiese hacer que volviesen con nosotros los padres de tantos amigos, la actividad económica perdida y la sensación de invulnerabilidad de la que disfrutábamos hace unos meses. 

Pero como tal cosa es imposible, me voy a centrar en las lecciones que he recibido de tantos de vosotros sobre cómo exponer mis conclusiones tras un año tan catastrófico. Porque a fin de cuentas Mad Max, Johnny Mnemonic y Un lugar tranquilo estaban ambientadas en 2021, los años son conceptos arbitrarios y nada nos garantiza que no vayamos a liarla otra vez. Porque yo me vacunaré encantado y pagaría por hacerlo ya mismo, pero quién sabe lo que va a pasar en los próximos meses. Quizá cuando llegue diciembre de 2021 yo haya aprendido un montón de lecciones nuevas sobre animales exóticos que no conviene comerse y sienta la necesidad de compartirlas con vosotros. 

  1. A más tragedia, más aprendizaje.

Me cuesta ponerme serio con las lecciones de la COVID-19 cuando no se me ha muerto nadie, han ascendido a mi mujer, a pesar de mis propios retos laborales me enfrento a una oportunidad maravillosa, mis hijos están dando clase con la mejor ratio de estudiantes de su vida, vuelvo a no ir al gimnasio por afición y no por obligación, sigo aprendiendo cosas nuevas casi todos los días, estoy más enamorado que nunca, he escrito un libro que le ha gustado a algunas de las personas que se lo han leído y Papá Noel me ha dejado debajo del árbol el Tarot de Guillermo del Toro by Tomas Hijo.

Así que me reservaré las lecciones de vida para cuando toda la suerte que tengo deje de acompañarme, e intentaré limitarme a seguir apoyando y querer a quienes han tenido algo menos que yo. Lo que ellos tengan que contar me parece mucho más importante que lo mío.

  1. Ya se ha escrito más o menos todo sobre el teletrabajo

A menos que hayas desarrollado un traje que a la vez es un pijama, como los japoneses o que estés investigando en serio el fenómeno, creo que es difícil que se puedan aportar ya demasiadas cosas nuevas sobre el auge del teletrabajo. Efectivamente, muchos de nosotros hemos tenido que aprender a manejar trece plataformas de videoconferencia diferentes, descubrir que el proxy de la empresa bloquea justo la que tiene que usar tu jefe veinte minutos antes de la reunión más importante del año y aprender a llevarnos bien con los fondos random que nos ponemos en el Teams o con la molesta presencia de niños y mascotas.

Recuerdo cuando Cisco nos enseñaba sus salas de videoconferencia de alta tecnología y me hace gracia pensar que quizá muchas no se puedan usar porque no dejan espacio suficiente para garantizar la distancia de seguridad y porque probablemente se instalaron en entornos poco ventilados.

Por supuesto, hay margen para la innovación a la hora de hablar de estas cosas, pero creo que tienen que tener enfoques más atrevidos. “Así aprendí a participar en videoconferencias sin calzoncillos para poder sentir algo, lo que sea”, sería una lectura realmente interesante. 

  1. El día que la IA dejó de ser Inteligencia Artificial y nos convertimos todos en epidemiólogos aficionados. 

El problema de vivir en el barrio de La Paz es que está lleno de médicos. Así cuando intenté hacerme el listo hablando de la hidroxicloroquina, la mitad de los padres del parque ya estaban más puestos que yo y tenían repes los cromos de la dexametasona, el remdesivir y el regenerón.

Me conformo con haber entendido mejor que algunos medios de comunicación que el dato de los martes siempre es más alto sin que necesariamente tenga que ser un drama, y de contar con suficiente información que me viene de gente que ha empollado mucho más que yo.

Que sí, que yo también me he leído todos los papers que iban cayendo en mis manos, pero como muchos eran prepublicación, todo me recordaba a las crónicas del Madrid de Zidane. ¿Se publica algo que te da esperanza? Te mete ocho goles el Elche. ¿Estás convencido de que nos vamos al carajo? Siete partidos seguidos ganando y te llevas la Champions. Y La Libreta de Van Gaal, mientras tanto, forrándose a vuestra costa. 

Esta dichosa enfermedad ha sido el Super Mario Kart de las pandemias. Cada vez que un país piensa que lo ha hecho genial, llega una seta verde voladora a atizarle por detrás y devolverle a la casilla de salida. 

  1. Ya lo sé, has meditado más que yo, estás más guapo y delgado, entiendes mejor la vida, has pasado más tiempo con tus hijos y te has ido a vivir a tu pueblo a varear almendras. 

¿En serio tus lecciones van a consistir en presumir de que tienes más disciplina que nosotros? ¿De que ahora haces crossfit con las manos a la espalda? ¿De que tienes casa en el pueblo con fibra y piscina? ¿De que te salen mejor que a mí las coreos de TikTok? ¿De que entiendes las cosas que cuenta Ángel Martín sobre eSports y de que ganas 30 partidos seguidos en la Champions del Fifa? 

He llegado a ser un adulto razonablemente equilibrado aprendiendo todo lo importante de los Ignatius de la vida. De los gordos, de los payasos tristes y de gente que sabe lo que es pasarlas canutas. Los narcisos fibrosos son gente que va a verse envejecer y morir muy lentamente en Instagram. Puedes apostar por la salud, por estar majetón y por petarlo en el Tinder, pero si tu única apuesta es tu cuerpo, la entropía juega en tu contra. 

Algo tontorrón que aprendí este año, y sólo porque me lo dijo una chica con edad de ser la Ana Soria de alguien, fue que Tinder no tiene estrellas. Me pareció un disparate, pero luego me explicaron que sí puedes denunciar cuentas por mal comportamiento y me quedé algo más tranquilo. Que sepáis que yo conocí a mi mujer por Internet cuando vosotros todavía teníais ADSL… ¡Fui moderno! ¡Lo juro! 

  1. Luchar por tus sueños es una buena idea pero un mal consejo. 

Este año he visto a gente petarlo fortísimo con cosas. Ibai va a hacer las campanadas, Ángel Martín se ha inventado sus informativos express, Juan Gómez-Jurado ya no sabe como hacer para no vender libros como churros, Zack Snyder ha conseguido que le paguen el remake de la película que abandonó tras el suicidio de su hija, mis primos han levantado financiación para Tebrio, que es la empresa de gusanos que nos dará a de comer todos en el futuro, los creadores de Sweet Home han conseguido que me termine tamaña basura… Pero, aún así, me cuesta mucho recomendar a la gente que siga sus sueños.

En primer lugar, porque los sueños de mucha gente son memeces. Digámoslo ya sin complejos. “Quiero dejar mi aburrido trabajo de mucho ganar euros para convertirme en coach sobre alimentación sana” es una mandanga importante. Pero si lo haces y triunfas, ya no lo es. ¿Qué diablos sé yo sobre el mercado de coaches de alimentación sana como para dar consejos a nadie sobre seguir ese sueño en particular?

Una persona a la que quiero renunció hace poco a más responsabilidad y más pasta en un trabajo con futuro para volver a picar piedra porque ¡descubrió que era más feliz picando piedra! “Intenta hacer cosas y sé feliz a tu manera” es lo único que se me podría ocurrir si algún insensato me pidiera consejos de vida. 

  1. “Me importa un carajo tu dieta milagro, mi abuela ha muerto y necesito muchos muffins”

En estos meses he perdido algo de peso básicamente por seguir los pasos de mi sabia esposa y de su gurú tuitero de cabecera. Paradójicamente, he conciliado esto con aprender a hacer un arroz al horno que me recuerda lo bastante al que preparaba mi abuela Maruja y que produce con acierto el efecto “Magdalena de Proust”, devolviéndome a mi infancia. Hacer dieta y cocinar ricos arroces no parece muy compatible y, aún así, lo he logrado. 

Pero en algunos momentos de la crisis, especialmente cuando mi hermano se puso malito (ahora está fetén) yo necesitaba fuerte comer palmeras de chocolate. Ahora ya no, pero no juzgo a la persona que yo era en marzo. No juzgues tanto a la gente y menos a ti mismo, coñe. ¿Tú qué sabes qué diablos necesitan en cada momento? ¿Valen más tus opiniones que su chocolate? 

  1. Las miserias en compañía son menos miserias. 

En un momento dado de la crisis, cuando no sabía si el avión iba a ser sustituido ya para siempre por el coche de los Picapiedra e irse a pasar el Apocalipsis a la Sierra parecía que iba a ocupar para siempre el lugar del Imserso, un amigo me llamó por teléfono y me ofreció algo importante. Me preguntó si estaba bien y si necesitaba DINERO. Lo que no dejo de pensar desde entonces es que si lo hubiese necesitado ¡me lo habría dado! 

En ese momento sentí que me había pasado la vida. Que te digan que te aprecian está bien, pero que alguien te ofrezca un palo como si fueses el caballo Artax ayuda a que muevas los cuartos traseros y salgas de las arenas movedizas por tu cuenta. En este año peculiar, en el que por primera vez soy muy consciente de que hay quien se cree a pies juntillas que soy una mala persona, no he dejado de pensar en lo importante que resulta apoyar a la gente cuando pasa por un mal momento. Si una lista de consejos o lecciones incluye muchas referencias a querernos y apoyarnos cuando van mal dadas, cuenta con mi beneplácito absoluto. 

  1. No, no vas a recuperar el blog. Es bonito que lo creas, pero no va a pasar. 

Hazte una cuenta de Twitch, una newsletter o algo. ¡Aún puedes ser Youtuber! Cada vez que lees que el vídeo es el rey se debe a que, por algún motivo, parece que a la gente ya no le gusta mucho leer, por mucho que sea un mecanismo mucho más rápido y sensato para absorber información. Además, ¿quién demonios querría leer las tontadas que escribes? 

Y sí, es en este momento cuando el Lector Avispado ™ podrá aducir: “¡Espera, Uriondo! ¡Nos engañas! ¡Esto lo estoy leyendo en tu blog! ¡No has seguido escribiendo en LinkedIn! ¡Has actualizado el PHP, refrescado el tema, actualizado el CV y recuperado el control de tus contenidos! ¡Claro que se puede recuperar un blog!”.

No, en realidad no. Si miráis este blog dentro de un par de meses lo más probable es que ésta sea la última o penúltima entrada. Mi relación con uriondo.es suele circunscribirse a las vacaciones y otros momentos de buenos propósitos. Ya he estado ahí.

  1. Nunca digas que va a ser una lista con diez ítems si no los tienes preparados de antemano. 

Esto lo decía mucho en El Español. Mejor una lista de “Los ocho equis más ene” que intentar llegar a diez y llenar la inexorable página con paja insufrible que no aporta nada al pobre tipo que ha optado por dedicarte unos minutos gracias a tu habilidad con el clickbait.

¿Quiere decir esto que voy a dejar esta lista en nueve ítems sólo para daros una lección y recordármela a mí mismo? Sin duda. 

Aunque si tenéis un TOC importante y necesitáis completarla a toda costa, podéis imaginar un décimo artículo en el que os pido encarecidamente que seáis felices, os animo a aprender mucho sobre trenes, os emplazo a repasar mi hilo sobre series y pelis de 2020 por si veis algo que os guste, y os deseo lo mejor, a vosotros y a los vuestros. 

Muy feliz NO 2020

Varios amigos me han preguntado por qué edité Cómo evitar que tus hijos estudien Periodismo en Amazon. Muy sencillo. Era más fácil. Mucho más fácil. Tanto, que sólo pregunté a un editor amigo si le interesaba. La decisión la tomó él cuando me dijo que no tenía mucho sentido publicarlo porque “los jóvenes no leen y los periodistas quieren que les regales los libros”. Pero como ya lo tenía a la mitad y el coronavirus me aisló lo suficiente como para terminarlo, opté por la vía rápida: pedí a Fernando de Córdoba que me hiciese el cubiertón que lo ilustra, mi amigo Miguel me ayudó con las correcciones y tiré millas.

Desde entonces, y como ha funcionado razonablemente bien, aproveché las revisiones de muchos lectores para corregir cambios y le pedí a la ilustre Lorzagirl rehiciese la maquetación. Los amigos de Zenda me dejaron escribir sobre su creación; Hoy empieza todo de RTVE, Alex Ander en The Objective e Iñaki Berazaluce en Strambotic mostraron interés por él sin que hiciese más campaña que algunos tuits y le gané a la cosa suficiente dinero como para poder regalar a mi mujer una PS5 cuando salga a la venta. Pero en ningún caso lo hice por el dinero. Lo hice para que no se me olvidasen las cosas de periodistas que cuento, que supusieron veinte años de mi vida. La mejor recompensa ha sido que muchas personas, conocidos y señores que pasaban por ahí, me han dicho que disfrutaron de su lectura y que incluso aprendieron una o dos cosas.

El libro está a la venta por 15 euros en tapa blanda y por 4€ en Kindle, lo que me deja básicamente algo menos de 5€ de margen en la primera versiòn y unos 3€ en la segunda, si no recuerdo mal. Suficiente como para dejarlo macerar en la tienda online sin volver a mirar en esa dirección y viendo cómo suma de vez en cuando algún dinerillo sin esforzarme más que con un tuit acá y otro allá.

Sin embargo, algo me seguía molestando. Y es que si alguien quiere comprarlo en librerías no puede hacerlo. Bueno, en realidad como utilizo la distribución ampliada de Amazon creo que pueden conseguirlo a través de distribuidores americanos, pero no tengo claro cómo funciona y un amigo librero me dijo que es un lío porque incluso si pueden pedir unidades luego no podrían devolverlas.

Tenía todo esto bastante olvidado hasta que el otro día una librería de Castellón se tomó la molestia de encontrar mi número de móvil y me llamó para pedirme ejemplares que le habían encargado de la Universidad local. Y me pilló un poco descolocado. Hace un rato le he enviado los ejemplares solicitados y tendré que facturarle algo. ¿Pero qué margen me pongo?

Normalmente, con el sistema de editoriales, el autor se lleva en torno a una décima parte del valor del libro y la librería puede estar en un 30%. En este caso, si fuese un libro “normal”, tendría 1,5€ por cada ejemplar y el librero se quedaría 4,5€. El resto se repartiría entre gastos de producción, impresión y distribución.

Amazon me cobra en torno a 5€ por las copias de autor, incluyendo el envío a mi casa. Y he visto que el envío a una librería me sale por unos 2,5€. Siempre podría dejar a la librería el margen convencional de 4,5€ y quedarme yo con otros 3€. No estaría mal.

Pero como no lo hago por el dinero y me consta que muchas librerías están en un momento delicado, si algún comercio me vuelve a solicitar ejemplares para venderlos durante lo que queda de mes y en los meses de enero y febrero, se los enviaré sin ponerles margen. Si, por ejemplo, le pedís un ejemplar a vuestro librero cogolludense con un precio de portada de 15€, el librero se quedará con la mitad de ese importe. Y yo no ganaré nada.

A partir de marzo, o superados los 500 ejemplares (no va a pasar), les pondré un margen de un euro por ejemplar y seguirán ganándole 6,5€. Esto, en realidad, apenas me servirá para justificar las visitas a la sucursal de Correos que tengo junto a la oficina. Pero creo que es al menos un gesto con un tipo de pequeño comercio que ayuda mucho a reforzar el tejido social de los barrios y de las ciudades.

Con la librería de Castellón, Argos para más señas, ya hemos cerrado la transacción. Y es importante señalar que esto sólo puedo hacerlo bajo pedido. No puedo recoger invendidos, porque una cosa es no ganar dinero y otra perderlo, y además entiendo que tener esto en stock a fondo perdido es un ejercicio de fe improbable. Pero es lo que puedo hacer, ni más ni menos.

Ya, ya sé que es improbable que vayan a recibir muchos pedidos de mi estúpido, estúpido libro. O que sirva de algo en el gran esquema de las cosas. Pero tengo amigos en el sector y me hará ilusión hacer algo por ellos, aunque sólo sea esto.

Aunque la Fundeu recomienda utilizar «crac», en su sonrisa siempre sonaba a «crack». Esa ‘k’ no era negociable. «Crack de los cracks», nos llamaba a todos los integrantes de su pequeña familia de la sección de Empresas de La Gaceta de los Negocios. Un pequeño periódico económico que, al menos en tiempos de Juan Pablo Villanueva, se batía el cobre con enorme dignidad. Muchos de los primeras espadas que hoy lideran medios nacionales estuvieron allí en un momento u otro. Lo digo sólo por poner en valor le etapa periodística de Fran Ruiz Antón, un hombre bueno que desde muy joven supo lo que era guiar equipos y que acaba de dejarnos un poco huérfanos.

Para él siempre fuimos los mejores. Lo que implicaba que teníamos que comportarnos como los mejores. Incluso cuando dejó de ser mi jefe, como amigo nunca dejó de exigirme la excelencia. A mí y a todos. He repasado nuestros mensajes de los últimos años y casi todo son alabanzas por nuestros mejores artículos y críticas por los peores. Cuando te criticaba, siempre con el mejor de los tonos, te dolía porque sabías que le habías defraudado. No porque tuviese mala opinión de ti, sino porque él estaba convencido de que eras capaz de dar mucho más.

Como mi padre se fue pronto de casa, una parte de mí siempre ha buscado referentes masculinos que tapasen el agujero que dejó. Y con Fran me tocó la lotería. Fue la primera persona que me fichó para trabajar en otro medio. El que me convenció de salir de Europa Press, después de sólo tres meses cubriendo Telecomunicaciones, para cubrir el puesto que había dejado vacante mi amiga Ana Tudela. Sé que Antonio Lorenzo tuvo también mucho que ver con eso, pero Fran fue quien me hizo la entrevista.

Cuando tuve que salir de un periódico ya en desbandada para irme a trabajar a Actualidad Económica, lo único que me aterraba era decepcionarle. Cuando se lo dije hizo apenas unos amagos de indignarse antes de dejarme partir como un amigo. Tuve que hacerlo por teléfono, en la puerta de la cafetería de El Corte Inglés de Avilés. No lo digo porque sea importante, sino porque es curioso que aún me acuerde de dónde sucedió.

Digo a menudo que todo lo bueno que tengo como jefe se lo debo a Fran y que todo lo malo es culpa mía. Cuando me he sentido bajo de ánimo, cuando las cosas no iban como esperaba, cuando los proyectos se han hundido, la solución siempre ha sido pensar en Fran y preguntarme qué habría hecho él. La respuesta siempre ha sido fácil: sonreír, arengar a las tropas, comerme el sapo y seguir adelante.

En La Gaceta existía la sensación, que a veces compartieron conmigo compañeros de otras secciones, de que en Empresas éramos los niños bonitos de la casa. Era por Fran, que hacía cosas como llevarnos a todos a una convivencia en Aranjuez para hacer piña entre el balneario y el casino.

En otra ocasión nos llevó a pasar el fin de semana a su casa de Granada. Para él, era importante que amásemos sus paisajes, pero también que nos sintiésemos un equipo. Esa unidad, ese cariño, esa forma de vernos a todos como a sus espartanos, me moldeó para siempre. Aún seguimos quedando todos cada Navidad a cenar en el mismo chino. 

Mucho antes de que hablásemos de combatir la masculinidad tóxica, Fran era su antítesis. Su tolerancia y respeto hacia todo me cambió para siempre. Su filiación era de todos conocida, pero para un ateo de 27 años lleno de prejuicios basados en la ignorancia, supuso la confirmación definitiva de que, hasta ese momento, yo había sido un imbécil. Él siempre supo que no creíamos en las mismas cosas y siempre me trató como si lo hiciésemos.

Aunque Miguel Elizondo escribió una pieza deliciosa sobre Fran, y me convenció de firmarla con él, porque es verdad que pasamos ese último fin de semana en vela hablando de su figura y de esa suerte que tuvimos de tener un Ruiz Antón en nuestra vida. Y pese a que El Mundo publicó después un obituario ejemplar, con el maravilloso titular de ‘La sonrisa de Google’, sigo con ganas de leer mil millones de las anécdotas que no conozco.

He leído ya varias cosas sobre su indiscutible bonhomía, su enorme sonrisa o su fuerte carácter. Pero hay otros rasgos de carácter que nunca se me olvidarán. Recuerdo mucho, por ejemplo, lo pillo que era. Especialmente para conseguir móviles de los operadores.

También recuerdo que, para él, era más importante convencer que vencer. Por motivos de rango, si él me pedía saltar yo sólo preguntaba hasta dónde. Incluso cuando no estaba de acuerdo con él, hacía lo que me pedía. Cerraba el pico, torcía el gesto y me ponía a ello. Él siempre se daba cuenta de mi actitud gruñona y me la echaba en cara. «Fran, hago lo que me dices porque eres mi jefe. Incluso puede que tengas razón. Pero ¿quieres además que te dé? ¿Quieres que sonría mientras lo hago? Pides demasiado de mí». No recuerdo ni una sola de las causas de esas discusiones, pero sí recuerdo que nunca le bastó con imponerse.

En el velatorio me apenó saber que estábamos una fracción de una fracción de quienes querríamos haber estado. El coronavirus no perdona. Pero me hizo ilusión ver a sus hermanos oficiando la misa y recordándonos que la fe de Fran le permitió estar preparado para este trance. Sus padres nos ofrecieron visitar la misma casa a la que él nos llevó, y todos sabíamos que lo decían de corazón y que nunca lo haremos. Entre máscaras y gel hidroalcohólico, todo el mundo se centró en lo bueno que tenía. Así que, con todo esto en la cabeza, empecé a pensar que en realidad Fran Ruiz Antón no se ha muerto. Que simplemente se ha pasado la vida, como si fuese una recreativa, y que tiene su récord apuntado, en letras grandes, exactamente donde a él le hubiera gustado que estuviese.

Me di cuenta de que mi dolor ya no era tanto por él, que se fue en paz y después de haber vivido una vida plena en su fe, sino por mí. Que me dolía todo lo que iba a perderme, todo lo que ganaba hablando con él. Que mi dolor era egoísta e injusto, basado en el apego y en mis propios remordimientos. ¿Le llamé tanto como hubiera debido? ¿Llegó a saber lo que significó para nosotros? Su familia y amigos me ayudaron a creer que sí.

Miguel Elizondo, con su hermoso texto, me dio además herramientas para soportar el duelo. Me hizo pensar en toda aquella gente que no tuvo la suerte de conocerlo, que no podía llamarle por teléfono para discutir sobre Internet, periodismo, o sus acciones de El Español. Fueron menos afortunados que nosotros.

Me ayudó a pensar en que, si no podemos tener a Fran, podemos intentar ser como él. Generosos, divertidos, alegres, trabajadores… Buscar lo mejor para nosotros y para los demás, ayudarles a encontrar la mejor parte de sí mismos, empujarles más allá de sus limitaciones y permitirles crecer.

Por mi parte, seguiré intentando vivir a la altura de sus expectativas. Sus espartanos de La Gaceta tenemos velando por nosotros a un ángel rubicundo que, siempre con el mejor móvil del mercado, nos ayuda a seguir luchando. A intentar convertirnos, algún día, en esos cracks de los cracks que él siempre vio en nosotros. Mucho más que nosotros mismos.